Ayer tenía que llegar a Chiripa, una población en el área rural que tiene unos restos arqueológicos y como era sábado pensé que todo saldría bien, pero surgieron imprevistos. Llegué a Taraco aproximadamente al medio día, la plaza principal estaba semi vacía, apareció un vecino del lugar y le pregunté dónde quedaba Chiripa, me dijo que tenía que caminar unas dos horas. “Aquí hay un museo pero hace mucho tiempo que nadie abre”, me indicó.
Apareció una persona que se dirigía a la siguiente población, Zapana, a quien le pedí si podíamos ir juntos, pedido que gentilmente aceptó. Llegué hasta ahí y había una fiesta que era de la línea de conductores del sector, donde mi circunstancial acompañante se quedó. Caminé un poco y divisé a un muchacho, a quien saludé y consulté si todavía tenía que caminar mucho para llegar a mi destino. Por fortuna, me acompañó hasta la siguiente población que era Chiar Amaya. Durante el camino me comentó que se llama Max Miguel Loa Quispe y que estudia en primero de secundaria en el Colegio de Chiripa y vive en Pequeri, una población más allá de Chiripa. Me contó además que su hermano estudia en un colegio de El Alto y está en tercero de secundaria. Prometí a Max que publicaría su foto y la de su colegio para que cuando logre comunicarme con su hermano en El Alto, yo le pueda mostrar esta página.
Gracias a las indicaciones de Max, logré llegar hasta Chiripa. Ahí se estaba preparando otra pequeña fiesta del 3 de mayo, fiesta de la cruz chacana. Las personas de la comunidad que estaban ahí me invitaron a almorzar con ellos (aptaphi comunitario) y me dijeron que el encargado de abrir el sitio arqueológico vendría más tarde. Finalmente, no llegó y tuve que retornar a El Alto marka.
Aunque no pude cumplir a lo que había ido, me queda el grato recuerdo de haber conocido a Max, a don Domingo Coaricona y a otras personas que sin conocerme no dudaron en ayudarme. Muchas gracias a todos ellos y ellas.
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