Subiendo un empinado sendero se encuentra una waqa. No puedo salir de mi asombro al haber podido conocer inesperadamente ese lugar gracias a la invitación de un par de desconocidas. Sensaciones extrañas se atropellaron en mi ser al poder sentir la tierra en ese lugar, respirar el aire puro, ver los árboles, escuchar el murmullo del ligero vientecillo, tocar la rocas y trasladarme por un momento a otra época. ¡Cuántos seres habrán transitado por ese lugar, de seguro generaciones y generaciones! , pensaba. Cuanto tiempo habría pasado…, un bocinazo me anunció que ya era hora de volver.
Las waqas siempre han sido lugares importantes dentro de nuestras culturas y pese al intenso proceso de extirpación de idolatrías que se implantó durante la colonia, éstas se mantuvieron. El término waqa, también suele escribirse como wak´a, guaca o huaca pero contiene un mismo significado: un lugar sagrado. Bertonio en 1612 lo define como “Huaka; los cerros que adoraban ...”. Desde su llegada, la concepción de la iglesia en relación a estos sitios sagrados fue de absoluto rechazo, motivo por el cual pusieron un gran empeño en atribuirle características negativas. Las waqas o lugares sagrados han estado dispersos en los territorios indígenas en varios lugares en el mundo. En varios casos, quienes llegaron a estas tierras, de manera impuesta construyeron iglesias y colocaron cruces sobre los sitios sagrados ancestrales. Por ejemplo, en Copacabana no sólo se construyó un iglesia, sino también colocaron cruces católicas en una montaña que la nombran calvario. Lo mismo sucedió en las poblaciones circundantes al Lago Titicaca.
Tanto el 24 de junio, que se celebra el Willka Kuti (la vuelta del sol) y el mes de agosto (mes de la pachamama (madre tierra) se realizan rituales en las waqas. Últimamente, mucha gente acude a estos eventos, aunque quizás algunos lo hagan solamente por turismo y sin comprender el verdadero sentido que implica ingresar a un sitio sagrado.
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