Publico el siguiente artículo del escritor boliviano Coco Manto.
Crónicas de la oculta Charcas
escribe Coco Manto
escribe Coco Manto
México, 01 junio - El presidente Antonio José de Sucre y Alcalá ha decidido renunciar a su cargo y marcharse de Bolivia. Ya no quiere vivir un día más en la capital que lleva su nombre, donde es agredido a balazos, pedradas e insultos. "¡Esto es Sucre, carajo! A este Sucre se respeta, carajo!", le señala la turbamulta callejera cuando el Gran Mariscal camina ese 18 de abril de 1828 hacia el cuartel para dialogar con los que se amotinaron en su contra. En el trayecto, calle real de la amargura, un balazo le parte el antebrazo izquierdo. José Antonio ve manar la sangre a borbotones y bendice la herida porque sabe que esa bala iba apuntada al corazón. Ha de irse del gobierno y así se consumará el primer Golpe de Estado en Bolivia. "¡Fuera de aquí, carajo, esto no es su campo!", chilla la gente azuzada por el cívico Olañeta, máster en hipocresía, envidioso enemigo de Sucre. Casimiro Olañeta, el doble cara: ¡Hola! de frente y ¡Ñeta! por detrás.
Desolado, traicionado, el soldado poeta que asumiera la Presidencia a pedido de su jefe Bolívar, envuelve sus utopías en la petaca de su dignidad y antes de irse escribe en mayo su testamento patrio que hoy nadie lee y menos acata. El héroe de cien batallas libertarias se va al amanecer escoltado por su soledad y dos oficiales. El populacho lo mira desde las sombras con miserable gozo. En sus oídos retumban los insultos conminatorios de esos últimos 19 días: "¡Fuera de aquí, zambo maldito! ¡Esto es Sucre, carajo, y Sucre se respeta!".
Antonio José sonríe irónicamente por la paradoja interinstitucional: Sucre sale de Sucre y su nombre se queda en Sucre… Ya morirá luego a balazos, en una encrucijada colombiana, y unos arrieros hallarán su cuerpo 3 días después avisados por los buitres y alckamaris separatistas, que separan las vísceras para darse un atracón.
Iscay.- A la que le va a ir requetemal en Sucre es a Juana Azurduy, la guerrillera. Le ordenaron callar y la escupieron el sábado 6 de agosto, cuando Bolívar y Sucre estaban fundando la República y ella se puso a gritar pestes desde la calle contra Olañeta y otros solemnes pasa-pasas colonialistas que ya eran el Congreso siendo que apenas una semana antes estaban combatiendo contra ella y su ejército de indios libertarios. Y cómo no iba a protestar si los que ya vestían tongos y levitas de honorables diputados de Podemos eran puros doctorcitos altoperuanos y ex tablacasacas serviles de Goyeneche y el maldito "aguilucho" Aguilera, que mató a su marido Manuel Ascencio.
La naciente Bolivia no se acordó más de la Azurduy ni de sus proezas independentistas. Nadie musitó ni medio padrenuestro por la muerte de sus cuatro hijos en la guerra de guerrillas, incluida la pequeña Julia, a la que cuidaba el poeta indio Juan Huallparrimachi, lugarteniente de aquella luminosa señora viuda de Padilla, nuestra verdadera madre patria. Huallparrimachi murió combatiendo en el cerro de Carretas a los 21 años. Lindo destino del indio, porque si llegaba vivo a La Plata tal vez le habrían quitado la camisa y obligado a hincarse y pedir perdón ante cualquier cachafaz revestido de cívico. Pobre doña Juana. La Colonia le quitó juventud, familia y hacienda y la República le quitó el saludo y la palabra.
La heroína sobrevivió al desdén parroquial con una mezquina pensión cuyo pago le escatimaban cada mes y murió en una mísera casa del extramuro a los 84 años de edad, casualmente el 25 de mayo de 1863, a la hora en que en la Catedral se oficiaba el Te Deum previo al desfile interinstitucional por el aniversario del Grito. Un cura y dos indios jalkas, que eran todo el cortejo fúnebre, dejaron el cuerpo de la guerrillera en la fosa común de un panteón cenizal de la periferia. Cuando los cívicos nos digan qué hicieron con doña Juana (y con Sucre) tal vez tenga sentido eso de la capitalidad plena.
Por haberse aplazado en el examen de derechos humanos y democracia el sábado 24 de mayo, la ciudad cuna de mis padres ya se ganó otro apodo: Capital del Ku Klux Klan. No es para tanto. No es clan, sino clon. Clon de cucus, cucusclon. La dignidad vecinal de la mayoría sucresa no puede sufrir mella por los excesos de unos badulaques (más laques que badus) monitoreados por los cívicos de Anta Cru y Choqueysaca. Hay hechos de fresco recuerdo. Para impedir las reuniones de la Asamblea Constituyente, durante todo el 2007 los fascistas sucreños se valieron del boicot y la trampa.
Insultos, escupitajos, apedreaduras, persecuciones callejeras, pateaduras, quema o allanamiento de hotelitos y casas en que se alojaban los constituyentes. "¡Fuera de Sucre, carajo!" "¡Aquí no queremos a estos indios de mierda!" Unos sucretinos (que no sucrenses) se ponían polleras y enaguas para ridiculizar a Silvia Lazarte y las cholas e indígenas del magno encargo republicano. "Somos sucrenses, carajo, y nadies no nos derrota", según se oye chillar a un vástago de chola, sin duda, en uno de los 15 videos grabados ese día de la vergüenza y que el mundo está mirando ahora en you tube. En la hora más crítica, los constituyentes se trasladaron a la Glorieta para culminar su trabajo democrático.
Allí se alzó de nuevo el cerco cívico con su cauda de amagos de muerte y cantaletas xenofóbicas: "¡Aquí no queremos indios. Esta es la culta Charcas, carajo. Fuera los tharas!". Los sedicentes universitarios no saben, no van a saber, que la primera facultad académica que se habilitó en esa ciudad fue la de quechua. En 1580 la Audiencia de Charcas pidió al Rey de España la creación de un centro de estudios superiores y, en 1591, la Corona encargó a los jesuitas instituir la Cátedra de Quechua. La fundación de la Universidad de Chuquisaca ocurrió en 1624, o sea 33 años después de aquella epopeya cultural que nadie recuerda y menos celebra. Ahora, frente a la indignación de toda Bolivia y la condena internacional contra la humillación infligida a los mártires quechuas de Mojocoya, los capitostes cívicos reculan. El dizque rector pide perdón y propone "Barrón y cuenta nueva". La alcaldesa Aydée Nava se mea culpea (ay de Nava). Fidel Herrera dice que errar es de humanos (errare Herrera humanun est). John Cava y cava su tumba moral. Pero todos ellos tienen agarrada del cuéllar a doña Sabina para convertirla en su clon de prefecta. Termino este recuento de vainas racistas con la mención de un artículo del sucrense Germán Gutiérrez Gantier (GGG) aparecido en "La Razón" el 26 de mayo. El ex socialista dice al iniciar su lamentable escrito: "Este 25 de mayo nuevamente se conmemora un nuevo aniversario del Primer Grito libertario que se dio en Sucre en 1809 para toda América Latina". ¿"Nuevamente un nuevo"? ¿En 1809 esa ciudad ya se llamaba Sucre? ¿El grito fue para toda América Latina o en América Latina?
Esa nota publicada por el periódico del consorcio Prisa (y corre) no dice una palabra del escarnio sufrido dos días antes por los indios, pero termina con esta sandez: "Y lo que siga haciendo Morales Ayma en contra de Chuquisaca, no tendrá perdón ni olvido."
Gutiérrez Gantier es un jerarca chuquisaquez del MNR y en su condición de gonimientista tendría que no olvidar los crímenes de lesa patria cometidos por su jefe Goni Sánchez de Escapada, ese homicida sí, sin perdón ni olvido. Ay, William Ernesto Centellas, hermanito del alma, karapanza de los más dignos, discúlpame por justificar tu fuga hacia ninguna parte, tu exilio mental, porque no estás entendiendo ni sufriendo este despapaye moral de la oculta Charcas. Mejor me pondré a escuchar tu disco Sonata para una Golondrina, épica glosa de tu ternura en charango. A ver si así trago esta bola de bronca antirracista que bloquea mi garganta.
foto superior: la controvertida Universidad San Francisco Xavier en la ciudad de Sucre
foto inferior: parte de los desmanes provocados por los universitarios
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