Ayer 1 de noviembre se recibió a las almas a medio día con una mesa preparada y adornada con diferentes tipos de panes, tantawawas, las coronas, la escalera, el caballo, frutas, pasancalla, flores, la comida preferida del difunto, etc. 2 de noviembre cargados de todo lo preparado nos dirigimos al cementerio para hacer rezar, no se acaba lo que hemos preparado, a cada risiri (rezador) le damos un plato compuesto de panes, fruta, pasancalla, etc. Así, acompañados de ritmos de alma pinkillos, transcurre la mañana.
En éste y en la mayor parte de los cementerios de El Alto, se acostumbra a enterrar bajo la tierra a los difuntos, a diferencia del Cementerio General de La Paz, donde se entierra en nichos de cemento de varios niveles.
¡Qué manera tan cruel de enterrar tenemos… ¡ decía una persona, la última vez que me tocó despedir a un conocido.
Pero antes, existió un diferente trato a los seres queridos. Sus cuerpos recibían un tipo de tratamiento para ser conservados por largo tiempo, se los colocaba en una especie de bolsa tejida como un cesto, el tejido era grueso, como tipo malla. Se acomodaba al difunto en posición sentado. A los más principales, se acompañaba sus finos vestidos, ornamentaciones de oro y plata, cerámica, tejidos. Así eran colocados en torres funerarias construidas en base a tierra o piedra. La forma fetal de enterrar refleja una nueva forma de concebir el paso de un estado a otro de la persona.
Hasta la fecha existen chullpares que podemos visitar en algunas comunidades o podemos ver varias de esas chullpas en varios museos de La Paz. Sin embargo, a lo largo del tiempo, muchas de estas torres fueron destruidas y saqueadas por los huaqueros (personas que roban), quienes estaban atraídos esencialmente por todo lo de valor que acompañaba al difunto.
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